Por Huáscar Bustillos Cayoja

Los árboles en toda sus diversidades constituyen elementos fundamentales para el medio ambiente urbano, cumpliendo variadas funciones que favorecen a la ciudad y sus habitantes. En primer instancia, mejoran la calidad del aire debido a que son agentes activos que reducen la contaminación atmosférica. Sin árboles en las ciudades como Santa Cruz, el tráfico automovilístico haría casi imposible habitarla. Los  beneficios de los árboles son muchos: generan oxígeno, absorben dióxido de carbono y retienen los polvos y partículas que se mantienen suspendidas en el entorno. Pero, además de todo esto, reducen el molesto ruido que se produce: tráfico, bocinas, sirenas, gritos, obras, todos estos molestos sonidos resultan atenuados por los follajes de los árboles, que hacen una labor de barreras anti sonido, de aislantes acústicos, retrasando o, incluso, deteniendo las ondas sonoras.

Las emisiones de las islas de calor producidas por el concreto y asfalto dentro de la ciudad (Santa Cruz tiene muchas) son reguladas por el arbolado urbano debido que actúan sobre el clima, aumentando la humedad del ambiente, disminuyendo la temperatura en verano, además de generar corrientes de aire y constituir barreras contra el viento, la lluvia o los rayos solares. Así mismo, los árboles que no están rodeados de hormigón y cemento, purifican las aguas que se filtran por el suelo debido a que sus raíces actúan como descontaminantes, reteniendo sustratos y agentes patógenos.

En relación con la fauna urbana, los árboles sirven como morada de aves, mamíferos e insectos los cuales alegran la ciudad con su presencia, cantos y colores. Hay que señalar también que  los árboles ofrecen una compensación ante la fisonomía del paisaje creado por los fríos edificios de las ciudades, proporcionando a sus ciudadanos beneficios estéticos, sociales y psicológicos. Mejoran, en definitiva, la salud y el bienestar de las personas. Dentro de toda esta argumentación sobre el beneficio de los árboles en las ciudades, existe otro componente vegetal de gran importancia debido a su relación con el tiempo y el crecimiento urbano. Y es que en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra existen “arboles antiguos”, que mantienen una relación muy estrecha con la historia y el desarrollo de nuestra anillada metrópoli. Estas especies vegetales pueden ser nativas o exóticas y su principal importancia reside en el hecho de que forman parte del patrimonio verde y cultural de la ciudad, ya sea por estar vinculados a un hecho histórico, por haber sido plantados por un personaje ilustre o por su prominencia, permanencia y edad.

Estos “viejos verdes”, han soportado la tempestades del tiempo y sobre todo superado esa amenaza latente de ser talados por entorpecer el desarrollismo enfermizo que Santa Cruz de la Sierra, padece desde hace años. Para poder obtener la edad de un árbol se aplica el método de la dendrocronología (conteo de anillos de crecimiento), pero en esta ocasión recalcamos y enfatizamos que no se ha realizado esta metodología científica. Y se ha optado por una aproximación histórica referencial, en base a fotografías de antaño y consulta con historiadores locales, que nos han brindado un parámetro estimativo de naturaleza preliminar y completamente discutible de los árboles citados a continuación.

  • El Motoyoe (Melicoccus lepidopetalus) del Zoológico Municipal de Fauna Sudamericana: Considerado como el árbol más antiguo de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, con aproximadamente 204 años de vida. Este individuo, datado por la ABT es muy posible que haya nacido tentativamente en el año 1816 en la época de la batalla del Pari, antes de la independencia de Bolivia. Este motoyoe es considerado un individuo –macho– porque no da frutos, solo hermosas y aromáticas flores.
  • La Araucaria (Araucaria sp) de la Plaza 24 de septiembre: Este individuo que se encuentra al frente del atrio central de la Basílica Menor de San Lorenzo, especie exótica no nativa de Bolivia, fue muy posiblemente cultivada en la década de los años 30, y tiene una edad aproximada de 85 años. En los registros históricos existen muchas fotos en donde se la puede apreciar, pero en especial una fotografía de 1932-35 del fotógrafo Rodolfo Torrico Zamudio en donde se puede ver los inicios de esta planta (y varias más) luego cortadas, en los atrios de la plaza.
  • El Aguaí (Chrysophyllum gonocarpum) del Barrio San Luis: A mediados de 1970 el profesor Noel Kempff Mercado nombró a la señora Hilda Orías de Vaca Guzmán como una de las custodias de un Aguaí, ubicado en la calle prolongación Buenos Aires del barrio San Luis. Además, existe una foto histórica de ese árbol en esa década y ya se lo veía bastante grande y frondoso. Con una edad aproximada de 150 años, este antiguo especimen aun da frutos y persiste ante el crecimiento de los anillos de la ciudad.
  • El Cupesi (Prosopis chilensis) del colegio Nacional Florida: Probablemente, este ejemplar de Cupesí (del chiquitano Cupesich) ubicado sobre la calle Moldes sea uno de los pocos “personajes” de la estampa tradicional cruceña que aún continúa vivo, bordeando casi los 200 años de existencia. Sobre su longeva corteza, lleva impreso muchas historias del transcurrir de nuestro pueblo y sus transformaciones. La fotografía más antigua que se tiene de este árbol, data de 1921 (y se lo ve relativamente añoso) cuando su ubicación estaba en pleno cruce de calle y no significaba ningún estorbo para los transeúntes de a pie o en carretón. Respecto a sus características naturales, el cupesí o algarrobo es común en lugares secos y sus frutos en forma de vainas son dulces y con ellas se preparaba en en la zona del chaco y la cordillera una chicha fermentada con saliva, llamada por los chiriguanos iguope-i que se tomaba en diferentes celebraciones. Con las vainas secas y molidas se produce una harina muy nutritiva. Durante la Colonia se la preparaba en carestía y se elaboraba un pan que los españoles le dieron el nombre de pan de San Juan. El historiador Aquiles Gomes Coca, realiza una hermosa semblanza de esta especie que desde sus inicios acompaña al colegio Nacional Florida.  
  • El Toborochi (Ceiba speciosa) de la plazuela del cementerio: Este gran y petacudo Toborochi de la plazuela Ñuflo de Chavez tambien conocida como plazuela del cementerio, aún se mantiene de pie a pesar de los años. Existe una fotografia histórica de este especimen del año 1973 tomada por el lente de Mark Anderson y allí ya se lo registra grande y prominente. Es muy posible que este Toborochi haya sido cultivado por el naturalista Benjamín Burela, entre los años 1911 a 1917 calculándose una edad aproximada de 95 años.
  • El Guapomo (Salacia elliptica) de la calle Arenales: Ubicado entre las calles Campero y Avaroa es muy posible que sea el único Guapomó del casco antiguo de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. No se tiene una foto histórica de referencia, pero si se cuenta con observaciones de varios historiadores cruceños que desde 1960 ya tenían registro de ese guapomo siendo ya viejo. Con una edad aproximada de 120 años este guapomó de antaño, hoy en día se encuentra en muy mal estado ya que desde hace años padece una plaga de cochinillas algodonosa que lo ha consumido bastante.
  • El Toco (Enterolobium contortisiliquum) de la avenida Argamosa: Esta especie tambien llamada “oreja de mono” o “timboy”, que se ubica entre las calles Suarez Arana y Charcas, ha sido testigo mudo de muchas anécdotas de la antigua ciudad de Santa Cruz. Se tiene una fotografía referencial del año 1959 en donde se lo ve bastante grande y desarrollado, y se estima que tiene una edad aproximada de 140 años. De la madera de esta especie de árbol, se fabricaron las gavetas de antaño que se utilizaban para el lavado de ropa, además de cazuelas y otros recipientes de uso diario. Cuando sus frutos ya estaban maduros, se recogían y se los machacaba, reemplazando en forma por demás ventajosa al jabón.
  • El Cupési (Prosopis chilensis) del mercado Los Pozos. Ubicado exactamente entre las calles Campero y Suarez Arana, este árbol ha sobrevivido al crecimiento de unos de los mercados más antiguos de la ciudad. Existe una fotografía referencial de 1960 en donde se ve las ramas de este árbol, y se estima que tiene una edad de 150 años. El cupesí en esta zona fue y sigue siendo referencia del mercado Los Pozos, pues muchos habitantes que viven fuera del radio urbano aún siguen desconociendo las calles del centro de la ciudad y este árbol continúa siendo una referencia toponímica del sitio.
  • El Paquió (Hymenaea courbaril) de Saguapac: Este árbol de gran porte se encuentra dentro de los predios de la cooperativa de agua Saguapac, muy cerca del tanque principal. No existe foto de referencia histórica de esta especie en el lugar, pero existe la referencia en el hecho de que los antiguos trapiches de los ingenios de principios del siglo 19 eran construidos íntegramente de la madera de esta especie vegetal, con principal enfasis en las “mazas” que trituraban la caña. La circunferencia del Paquió de Saguapac supera los 80 centimetros y se estima que tiene una edad superior a los 200 años.
  • El Tarumá (Vitex cymosa) de la calle Campero: Este gran tarumá que aún da frutos se encuentra en la calle campero, esquina 6 de agosto. Existe una foto de la década de los años 70, en donde se instaló un famoso restaurante llamado “faro el tarumá” y el árbol se veía grande e imponente. Se estima una edad aproximada de 120 años para este individuo.

Todos estos árboles tienen que declararse patrimonio histórico, cultural y biológico de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, y se tiene que establecer programas de monitoreo de su estado y salud vegetal. Se pueden crear rutas “turísticas” de educación ambiental para que nuestros niños y jóvenes conozcan las relaciones históricas de estos árboles con nuestra ciudad y de esta manera promover de una manera efectiva una mejor convivencia con nuestro entorno.

Los árboles eternos de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, abuelos del tiempo y como bien lo dijo el gran poeta Man Césped en su poesía “oración final” …” Madre naturaleza, vuélveme árbol y seré puro y bueno como esos seres imperturbables y sencillos, y como ellos, solo amaré la luz, y no tendré otro deseo que el agua clara, y vistiéndome de mí mismo, miraré en mi corazón con mis ojos sin pupilas, y en vez de pensamientos…daré ¡Flores!

Bibliografía

-Aquiles Gómez Coca. 2008. ¡Qué tiempos aquellos de mi viejo Santa Cruz! Editorial Nova. Santa Cruz de la Sierra-Bolivia. P.p 380-81

-Coimbra, Germán. Diccionario Enciclopédico cruceño, Fondo Editorial Gobierno Municipal Autónomo de Santa Cruz de la Sierra: Santa Cruz, 2014, p. 121.

-Navarro, Gonzalo y Maldonado, Mabel. 2002, Geografia Ecológica de Bolivia.

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