Por Gabriela Tavera / La Región

Fotos: Mara Candice Arias

“Cada fotografía poderosa, tiene una historia poderosa detrás” Ken Buchan, Tales by Light
Las condiciones de luz en el río no son “controlables” como uno quisiera. Apuntas a un lado y de repente el delfín nada por debajo del bote, salta, pero ahora está a contraluz. Una nube de imprevisto puede arruinar una toma. Esperar durante horas al calor del sol que un bufeo haga su aparición puede ser una tarea frustrante. Haces todo esto sobre algo que flote, una canoa o una lancha, entonces no solo hace falta ser un buen fotógrafo y contar con un equipo –por demás pesado– que permita capturar con nitidez y a distancia un animal de más de cien kilos, que es rosado, se mueve demasiado rápido y que se muestra solo por fracciones de segundo por fuera de la superficie del agua en lugares impredecibles. Hace falta además tener el talento de un equilibrista.
Tomando en cuenta todo aquello, pregunto a Candi:
– Técnicamente, ¿cuál fue el factor que más te costó controlar para tomar esa foto?
Candi se acomoda en la silla, pasa la mano por su corto cabello negro, suelta una leve sonrisa y acompañada de una mirada que evoca un enamoramiento contesta:
– Lo que más me costó fue ¡cerrar la boca!, despegar la vista de lo que estaba pasando delante mío y poner el ojo en el lente; eso fue lo más difícil.
Ella mira mi cara de asombro, sonríe y continúa.
– ¡Porque no podía creer lo que veía! Su emoción al hablar es evidente. Yo sé que finalmente conseguí la toma y salió linda, de hecho ganó el concurso, aun así yo no siento que haya logrado hacerle justicia a la maravilla de espectáculo del que fui testigo.
Mara Candice Arias Navia estudió Sociología y realizó una maestría en género y política. Nació y creció en Trinidad – Bolivia, ciudad que dejó solo para realizar sus estudios, a la que regresó y donde vive hoy en día junto a su familia. Desde hace cuatro años Mara Candice empezó su carrera como fotógrafa de naturaleza, pasión y profesión que ejerce a tiempo completo.
“Candi”, como la llaman sus amigos, ganó por primera vez el concurso nacional de fotografía de naturaleza de especies amenazadas organizado por la Fundación VIVA el año 2015 con una impactante foto de delfines rosados de río en movimiento. En la imagen premiada se ve a este animal nadando a flor de agua mientras un segundo cetáceo eleva más de medio cuerpo fuera de la superficie del río echándose para atrás en una actitud juguetona, elevando la cabeza hacia arriba mientras pareciera aplaudir con las aletas laterales.

La imagen de estos delfines rosados de río, más familiarmente conocidos para Candi como ‘bufeos’ y como Inia boliviensis para el mundo de la ciencia, formó parte de una serie de fotografías que fueron impresas en más de diez millones de tarjetas de telefonía prepago y distribuidas a lo largo de todo Bolivia, país que acoge casi de manera exclusiva a esta particular especie de mamífero acuático.
– Siempre me han llamado la atención los animales que no están en la tierra, como las aves o los peces. Pero el bufeo es un bicho muy grande, muy llamativo y… ¡Es un mamífero, cómo nosotros, respira, pero es del agua! Creo que por eso siempre captó mi atención, claro que nunca como ese día –cuenta Candice con una inevitable emoción mientras recuerda el día que realizó aquella fotografía en particular–.
Beni, Bolivia. El hogar.
Beni es el departamento de Bolivia vinculado al elemento agua por excelencia. Tiene una superficie de 213.564 Km2 que comprende una amplia planicie de sabana donde abundan ríos, lagunas y ‘curichis’. Convergen en este territorio tres de las más importantes subcuencas (Beni, Iténez y Mamoré) que conforman la cuenca alta del río Madera, éste último es el principal afluente del Amazonas. Durante épocas de lluvia la llanura de inundación del departamento puede abarcar casi el 50% del territorio.
Beni es el segundo departamento más extenso en superficie de Bolivia y también el segundo menos poblado con una densidad aproximada de 2 hab/Km2. Existen registros que datan desde 804 A.C. que evidencian que en la zona existía un complejo sistema de canales, terraplenes y camellones adaptados completamente a los ciclos hidrológicos. Este sistema permitió desde tiempos ancestrales desarrollar sistemas agroproductivos y de transporte que sustentaron la vida de densas civilizaciones por periodos prolongados. Al parecer eran tiempos en los que no se “peleaba” con la naturaleza sino que se la aprovechaba de una manera más efectiva, perdiéndose toda aquella tecnología con la llegada de la conquista al continente.


Este departamento de “personalidad inundable”, que es el hogar de Mara Candice Arias, es al mismo tiempo el área que abarca la mayor superficie de ríos en los que habita el único mamífero exclusivamente acuático de Bolivia: Inia boliviensis.  De esta manera, la cuenca alta del río Madera se constituye por más de 50.000 años en el área de evolución y hogar de este cetáceo, único en el mundo.
Hasta ahora se conoce que aproximadamente 90% del territorio acuático habitado por el bufeo se sobrepone con Beni. Sin embargo, su presencia también ha sido registrada en ríos de los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba y Pando, así como también en ríos fronterizos entre Bolivia y Brasil, todos pertenecientes a la gran cuenca alta del río Madera que drena una superficie de más de 700.000Km2 de agua y es el único río del mundo que aporta nutrientes y sedimentos provenientes de la cordillera de los Andes al gran río Amazonas.  – Los datos de distribución y abundancia de los delfines son primordiales –comenta Adriana Salinas–. Para poder conocer las amenazas sobre la especie, sus características, de qué se están alimentando o su comportamiento, primero tienes que saber cuántos hay y dónde están. Este es el respaldo científico para poder orientar medidas adecuadas para su conservación. Salinas es bióloga masterada en Sistemas de Información Geográfica de la Asociación FAUNAGUA. Actualmente trabaja en la consolidación de la base de datos más completa que existe a nivel mundial con respecto al delfín rosado de la Amazonía boliviana. Según Salinas es muy importante actualizar los mapas de distribución de Inia boliviensis con todos los puntos de registro y la re categorización que han tenido ciertas áreas en los últimos diez años.

– Oficialmente se sigue manejando el dato de que solo el 4% del área de distribución de la especie se encuentra bajo alguna categoría de protección. Pero eso ha cambiado y debe ser re calculado, se han consolidado algunas áreas protegidas de carácter municipal en el Beni y al norte del país. El río Yata es otro ejemplo importante, porque ha sido incluido en la lista de sitios RAMSAR desde 2013, todo esto junto con los resultados de los últimos estudios debe ser reflejado en nuevos mapas y cotejado con otros análisis que vinculan las características físicas y químicas del paisaje con las zonas de mayor abundancia de delfines en el país.
Adriana también considera que entre los vacíos de información más importantes respecto a la distribución de los delfines en Bolivia se encuentran las zonas de las cabeceras de los ríos, lugares remotos en los cuales se cuenta con muy pocos datos referidos a los límites de distribución de la especie. De acuerdo con esta especialista, estas zonas son importantes porque juegan un papel fundamental en el ecosistema acuático al ser la fuente de recarga de los ríos amazónicos del país.
Dejando de lado la ciencia, pregunto a Adriana si tiene alguna historia personal con los bufeos.
– ¿Personal? –me pregunta y suelta una carcajada–. Sí, claro. La primera vez que fui al río Ichilo -estaba en segundo semestre de la carrera y moría por ver delfines-. navegamos en un pontón de unos siete metros de largo. De repente todos gritaban ‘bufeos, bufeos’ y cuando yo corría para verlos, los delfines ya se habían sumergido y se iban hacia el otro lado del barco.
Continúa contando entre risas.
– Cuando yo corría, volvían a hacer lo mismo. Me pasé todo el día corriendo de un lado al otro y fui la única que no vio delfines ese día. Estaba muy frustrada. A la madrugada siguiente a las cinco de la mañana escuché las respiraciones en el río, abrí mi carpa y salí corriendo. Todavía no los veía porque estaba oscuro, pero sabía que estaban ahí porque los escuchaba. Esperé contemplando el agua y ni bien amaneció por fin los vi. No me olvido nunca de esa primera sensación.
Salinas, una mujer delgada de apariencia frágil y un tanto distraída, ha sorprendido a más de un guía local con su tenacidad y resistencia en campo. A pesar de haber sufrido múltiples ataques de sepes, abejas y hormigas, ha recorrido cientos de kilómetros de ríos en la Amazonía boliviana, llegando incluso a ríos inhóspitos e inexplorados como el Yata. Es así que desde aquel día que no vio delfines en el Ichilo, lleva ya más de diez años sin parar de ver y contar delfines de río, por todo lado.
Día 1 en el Tijamuchi
Entre julio y agosto de 2015 Candice salió al río decidida a fotografiar bufeos, la acompañaban tres colegas fotógrafos y un biólogo, pero no cualquier biólogo. Enzo Aliaga del Instituto de Ecología de La Paz, doctor en ecología, evolución y biología de la conservación es el pionero en estudio de delfines de río en Bolivia. Según Candi, la presencia de Enzo fue determinante en muchos aspectos.
– La fotografía es como que te activen un interruptor interno, ¿no? –me dice Candice–. Hay que aprender a mirar, a tomar atención, observar y solo cuando uno verdaderamente conoce, entonces ese “algo observado” forma parte de tu vida, mientras tanto, por muy cerca que esté eso a tu alrededor, pasa prácticamente en otro planeta.
Candice hace referencia a la importancia que tuvo para ella y el grupo contar con un experto en campo quien los puso al tanto de una serie de detalles que hasta ese día no conocían, que fueron importantes para la toma de su fotografía y que la acercaron a la especie de una forma que antes no había experimentado.
– Siempre me llamaron la atención los bufeos –afirma– pero fue a partir de esa charla con Enzo que yo siento que recién los pude entender realmente y valorar su importancia.
– Yo le dije a Candice que vayamos a uno de mis lugares favoritos para ver bufeos, al Tijamuchi –cuenta por su parte Enzo, quien comenzó sus estudios con delfines precisamente en este río a aproximadamente una hora de Trinidad, ciudad capital del Beni–. En el camino, yo empecé a contarle a Candi y al grupo cosas acerca de la biología y la historia natural de los bufeos. Ella prestó atención a todo lo que yo le decía y es que no sólo es paciente (esa cualidad impresionante de los fotógrafos), sino que es una verdadera apasionada por la naturaleza. Eso fue lo que la ayudó, porque realmente sacar fotos de bufeos es muy difícil diría yo. Yo por ejemplo en campo no lo hago. Es una suerte de azar llegar a saber por dónde van a salir exactamente, tu sabes eso –me dice Enzo al teléfono y suelta lo que deduzco es una leve risa–.
Bueno sí, en mis cuantos años de experiencia en el mundo de la conservación y mis fallidos intentos como fotógrafa amateur, no solo que no he logrado nunca fotografiar un bufeo, sino que he visto a más de una veintena de fotógrafos profesionales fracasar en el intento.
– El primer día fue todo conocer acerca de la especie –dice Candi–. Enzo nos contaba cosas mientras veíamos todo en el río. Fue como una clase teórica y práctica al mismo tiempo. Pero eso fue todo lo que hicimos ese día. Estuvimos en el agua desde las seis de la mañana y nos fuimos al final de la tarde cansados y frustrados porque entre los cinco, en todo el día, no logramos ¡Ni una foto, nada! – me dice Candice mientras echa la cabeza para atrás y ríe.
Enzo Aliaga ha publicado en prestigiosas revistas científicas los resultados sobre sus estudios de distribución y abundancia, estacionalidad reproductiva, ecología e importancia de las buenas prácticas para la observación responsable de delfines de río, no solo en Bolivia si no en varios otros países de Sudamérica como Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y Surinam. Actualmente continúa realizando algunos estudios de comportamiento de la especie en la cuenca media del río Mamoré y trabaja con proyectos de investigación con otros grupos de mamíferos. Sin embargo, hay algo que según él lo une indefectiblemente a los delfines, cuando le pregunto qué cree que es, tarda unos segundos en reaccionar y cuenta:
– La verdad no sé qué es… Quizá el hecho de que cuando yo me enteré que existían delfines en Bolivia sonaba a un mito. Yo estudiaba en la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, el internet no se utilizaba, era completamente restrictivo y no había nadie que me pudiera confirmar si la presencia de esos animales era cierta o no. Fue a través de un docente que me dio una dirección y con una cuenta de correo de la Colección Boliviana de Fauna pude ponerme en contacto con Sydney Anderson.
En este momento hay un tono de voz de entusiasmo que resuena al nombrar al último personaje.

– Uno de los padres de los estudios con mamíferos en Bolivia –continúa Enzo–. Anderson me respondió y eso fue muy emocionante para mí, porque me felicitó por el interés, me incentivó a continuar y me ayudó refiriéndome con otras personas en Brasil que trabajaban con delfines. Eso fue uno de los grandes alicientes. Por supuesto no todo se armó de la noche a la mañana. Ir consiguiendo información y llegar a conseguir los fondos para mi estudio fue una tarea que duró tres años. Quizá eso hizo que todo fuera más emocionante y que forme parte de mi propia historia ahora. Después de eso, fue una especie que definitivamente no pude dejar, me sigue pareciendo fascinante como el primer día y aún tengo ganas de seguir conociendo todo lo que no se sabe.
Quizá para que se entienda mejor lo que cuenta Enzo, es algo así como querer incursionar en el mundo del rock, escribirle a Mick Jagger de los Rolling Stones y no solo que te conteste, si no que te felicite, te apoye y te ayude a lanzar tu primer sencillo.
¨En las fotos hay algo que… ¡Que siento que de alguna manera, quiero cuidar!¨
– A mí me gusta mucho ese slogan del concurso que dice “no se puede amar lo que no se conoce” –dice Candi con una dulce expresión en el rostro–. Es así, lo creo firmemente, sobre todo después de ese día en el río. Ese día para mí fue un antes y un después –cuenta haciendo referencia al día que hizo su primera fotografía ganadora–. A veces salgo a fotografiar en los alrededores de la ciudad y tomo una foto por ejemplo de un árbol donde viven unas parabas, se ven hermosas y saco la foto. Me duele cuando vuelvo después de un tiempo y el árbol ya no está. Por eso trato de sacarle foto a todo, es mi forma… no sé. En las fotos hay algo que de alguna manera… ¡Que siento que de alguna manera quiero cuidar!


Candice es paciente para lograr sus fotos, pero al mismo tiempo lleva prisa por congelar momentos en imágenes para “cuidarlos”. En el mundo de la conservación actualmente existen también muchos científicos que corren contra el reloj de una u otra manera. En este sentido consulto a la doctora Ximena Vélez, bióloga investigadora asociada del Museo de Historia Natural Alcide D´Orbigny quien fue reconocida por sus logros en conservación con el premio Whitley del “Whitley Fund for Nature” conocido como el “Oscar Verde” por su comparación en importancia con el conocido premio de la industria cinematográfica, acerca de ¿qué es hacer conservación de la naturaleza?
– Para mí son dos cosas. Una cosa es hacer conservación y otra es hacer conservación en Bolivia –comenta Vélez–. Conservación es una ciencia que evoluciona. Hace algunos años pensar en hacer conservación era pensar en áreas protegidas aisladas, donde nadie entre. Luego se pasó a hablar de corredores biológicos y sí evidentemente es así. Pero hoy en día es imposible pensar en conservación de la naturaleza si no se piensa en involucrar a la gente a todo nivel. Definitivamente la ciencia es la base sobre la que se hace conservación, pero todo ese conocimiento debe pasar a la gente, esto es una tendencia mundial. Si no, todo el esfuerzo de años puede irse al tacho si no es la gente la que se apropia y hace suyos los procesos. En este sentido, conservación hoy en día involucra también otras ciencias, como las ciencias sociales e incluso el arte, todas son nuevas formas de comunicación, de llegar también a quienes influyen en los procesos de decisión.
Coincide en opinión con Vélez el doctor Paul Van Damme, director de la Asociación FAUNAGUA, institución dedicada a la conservación y manejo de recursos naturales renovables para el desarrollo local sostenible en ecosistemas acuáticos en Bolivia desde 2004.
– La sociedad civil juega un rol muy fuerte en la incidencia pública –comenta–.La sociedad civil informada es un capital humano, social, que tiene que tener esta interacción con los actores públicos. Se debe articular los roles, desde lo técnico, pero también buscar más alianzas estratégicas. Ese es un vacío actual importante sobre el que se tiene que trabajar hoy en día.

Esto es más o menos como pensar que mientras Candice busca perpetuar imágenes en el tiempo a través de sus fotos, el mundo de la conservación busca perpetuar las imágenes continuas, vivas. Parecieran dos artes antagónicos y sin embargo son poderosamente complementarios, tal como lo menciona Enzo Aliaga:
– Las fotos de Candice están ahora por todo lado e hicieron que la gente empiece a hablar de bufeos. Gracias a esas fotos mucha gente se enteró que en Bolivia existen delfines y eso es invaluable. Ella no solo captó el espíritu del bufeo si no que sus fotos se convirtieron en una poderosa herramienta de conservación.
– Ahora bien, hacer conservación en Bolivia –comenta Vélez– eso es algo muy difícil. Requiere de mucho esfuerza, los fondos siempre faltan y bueno, las políticas no ayudan porque hay serias contradicciones y falta de continuidad con las autoridades. A veces se habla con un director o alguien que tiene capacidad de decisión, se hacen las gestiones y al día siguiente cambian a esa persona y vuelves al punto cero.
Todos los expertos coinciden en que hacer ciencia y acciones de conservación en Bolivia son tareas difíciles que suponen grandes desafíos. Es un país donde la ciencia se encuentra subvalorada al igual que el arte. Tanto para hacer fotos como para hacer conservación se requiere mucho más que el talento de un equilibrista, ese esfuerzo detrás de las bambalinas que no se ve, en ambos casos es cuestión de analizar escenarios, observar, seleccionar, tomar en cuenta múltiples factores que incidirán sobre el producto final y lo más importante: ¡tomar decisiones!
– Hay enormes desafíos para hacer conservación en Bolivia –dice Van Damme–. Actualmente, los roles que juega cada actor están todavía algo confusos, poco a poco se debe ir armando el rompecabezas y seguir avanzando. Desde lo técnico informamos al actor público, pero esta articulación entre la sociedad civil y el propio actor público es también fundamental.
Según este especialista, las especies grandes como el bufeo son elegidas como objetos de conservación porque a través de ellas se puede obtener mucha información acerca del estado de los ecosistemas.
– Si hay bufeos sabemos que otras especies de peces están también presentes por ejemplo. Algunas que tienen valor comercial muy importante para las comunidades –continúa–. Si bien hay desafíos hay que resaltar también lo positivo, Bolivia es el único país que tiene una ley específica de protección para bufeo, también es el único país que cuenta con un Plan de Acción propio para la conservación del bufeo, ahora elaborándose su segunda versión. Hay problemas y limitaciones pero es muy importante seguir avanzando.
Por su parte Ximena Vélez también se muestra entusiasta con respecto a la carrera elegida.
– Muchos grandes conservacionistas empezaron su carrera por un “enamoramiento” con un sujeto de estudio. Lo difícil como en toda relación es sostener ese enamoramiento a lo largo del tiempo. Por suerte todavía quedan varios apasionados testarudos que siguen y siguen en el mundo de la conservación a pesar de todo –continúa Ximena mientras ríe–. Creo que son esos los que van a dejar una huella nueva que puede generar cambios, junto con la gente.
Día 2: ¡CANDI REACCIONÁ! ¡DISPARÁ, DISPARÁ, SACÁ FOTOS!

El segundo día en el río Tijamuchí Candice iba acompañada únicamente por dos colegas fotógrafos, Laura y Maiko. Enzo ya no estaba, pero según relata, el día transcurrió básicamente igual que el primero. Salida a las cinco de la madrugada de la ciudad, mucha espera, mucho cansancio, nada de fotos.
El grupo de fotógrafos había decidido regresar a la ciudad, a pesar de que aún quedaba algo de luz del día, dejaron el río y subieron hacia la carretera, ésta última formaba un terraplén alto desde donde se tenía una vista panorámica del río. Subieron a su camioneta y habían avanzado escasos cincuenta metros, cuando divisaron un grupo de delfines que nadaba en el río.
– Los vimos llegar, eran todos enormes, algo de tres y eran todos rosados, rosados muy intenso. Por lo que nos había dicho Enzo, los bufeos grises son los más pequeños, los juveniles. Y cuando hay pequeños en los grupos al parecer los bufeos no se aparean y sus juegos no son tan torpes. Estos eran muy grandes, muy rosados, así que paramos la camioneta –cuenta Candi–.
Fue entonces que el grupo vio que se acercaban otros tres de estos animales por el otro lado. Igual de grandes, igual de rosados.
– Ahí nos entró la sospecha y nos bajamos de la camioneta. Y entonces sucedió. Se encontraron los dos grupos y comenzó el “chiverío” –dice Candice mientras mueve los brazos y se emociona al hablar–. Saltaban altísimo sobre el agua, sacaban ramas del fondo, bolas de barro, las tiraban, jugaban, se mordían y entonces comenzaron a aparearse. ¡Ahí mismo delante de nosotros! Los primeros tres saltos nos dejaron boquiabiertos.
“¡CANDI REACCIONÁ, DISPARÁ, DISPARÁ, SACÁ FOTOS!”, empezó a gritarle Laura a Candice quien estaba estupefacta con lo que veía.
Un poco aturdida, Candice sacó la cámara e hizo lo que según ella, pudo. El espectáculo duró unos cuantos minutos, básicamente lo que les duraron los últimos haces de luz del día. Cuando todo terminó los tres fotógrafos se encontraban en silencio.
– Era como si nos hubiéramos tenido que tomar un tiempo para digerir lo que acababa de pasar –cuenta Candi–. Ninguno hablaba. Fue hasta que Maiko, que había estado revisando en su visor, comenzó a renegar, el lente que traía no había sido suficiente y no consiguió captar nada. Yo no quise ni mirar, guardé la cámara y no quise mirar, porque después de lo que vi, ya lo demás quedaba en segundo plano. Ese día quedamos todos enamorados de los bufeos, yo quedé enamorada, hasta ahora sigo enamorada.
Fotos o no fotos Candi se tomó el espectáculo como un regalo y ya se sentía ganadora. Y así fue. Mara Candice Arias no solo ganó el concurso de fotografía el 2015, lo ganó también el 2016 y el 2017. En todas las ocasiones presentando fotografías de Inia boliviensis.
– Desde aquella vez siempre vuelvo al Tijamuchí, no sólo para el concurso, lo hago todo el tiempo –cuenta Candi, quien desde aquel 2015 no ha parado de visitar a los grupos de bufeos en el Tijamuchi–.
– Me gusta ir temprano en la mañana, es un lugar que a mí me encanta, lo siento bonito –dice mientras se pone una mano sobre el pecho–. Es debajo de un puente, me gusta caminar por la orilla o sentarme en un tronco enorme que está ahí. Hay sombra, siempre hay sombra, hay por donde caminar y hay qué mirar, mucho más para mí que me gusta ir con cámara. Yo me siento frente al río y solo miro con mi cámara en la mano.
Cargada con su Canon 5D Mark II, su 100 – 400 con polarizador, un monopie y su tesoro más preciado, su familia, Candice afirma que para ella el sentido de todo radica en transmitir lo que conoce a sus hijos.
– Me siento tranquila cuando estoy ahí. Lo más importante para mí es que mis hijos vayan, jueguen, sobre todo miren y conozcan, que se enamoren de los delfines como yo. Yo los llevo al río a nada más, que vean bufeos – dice mientras sonríe –

Fuente: La Región

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