La bióloga y especialista en temas medioambientales, Mariana Montoya Lizárraga, advierte que los sedimentos a dragar en el proyecto Hidrovía Amazónica tendrían nitrógeno y fósforo. Estos macronutrientes serían necesarios en el ciclo reproductivo de grandes bagres, peces boquichico y otras especies que habitan en los ríos de la Amazonía.

Por Janeth Apari Pampa / Servindi

Servindi 11 de abril de 2019.- El megaproyecto Hidrovía Amazónica contempla aplicar la técnica del dragado en 13 tramos de poca profundidad, denominados “malos pasos” en los ríos Huallaga, Ucayali, Marañón y Amazonas.

Pese a que su finalidad sería mejorar el transporte fluvial en estos grandes ríos, el dragado causaría daños irreparables contra la vida natural de los ríos, los ecosistemas y la biodiversidad.

Cabe resaltar que el proyecto realizó deficientemente el estudio técnico ambiental sobre los impactos que se generarían por la actividad del dragado. Existe mucho riesgo, debido a que el Estudio Definitivo de Ingeniería (EDI) se está realizando después del Estudio de Impacto Ambiental (EIA).

El EDI sirve para precisar las áreas y volúmenes de sedimentos a ser dragados del lecho de los ríos y la ubicación del depósito de los mismos. Entonces, ¿Por qué hacer un EIA considerando los 13 tramos mencionados, cuando el estudio de ingeniería será el que determine cuáles serán los puntos exactos para el dragado?

Por estas razones se deben adoptar medidas protectoras ante el deficiente estudio técnico ambiental del proyecto, como lo sostiene el Principio Precautorio en el derecho y la política internacional.

Al respecto, en entrevista para Servindi, Montoya Lizárraga aseguró que la aplicación de la técnica del dragado representaría un riesgo muy alto, pues no se conoce el funcionamiento y las conexiones complejas del río con el bosque, peces y otras especies que coexisten en los ríos.

“Los sedimentos a dragar tendrían macronutrientes para las diferentes especies que habitan en los ríos. No se cuenta con una exactitud de los riesgos cuantificables”, sostuvo la especialista.

Los sedimentos que se pretende remover no solamente son tierra y material que se ha ido erosionando de los Andes hacia la Amazonía, tendrían principalmente nitrógeno y fósforo, macronutrientes que serían necesarios para las especies que habitan en los ríos.

Asimismo, los sedimentos en las zonas de desove permiten la reproducción de grandes bagres, peces boquichico y otras especies. Por lo tanto, se estaría alterando la formación de hábitats, espacios importantes para completar los ciclos de reproducción de estas especies.

Los meandros, curvas descritas por el curso de un río, le dan forma a las islas y los hábitats donde se asientan las comunidades indígenas que viven de la pesca.

“No podemos alterar la dinámica natural de los ríos removiendo los sedimentos de un lado a otro”, agregó Montoya y resaltó que no se puede arriesgar la economía y la seguridad alimentaria de las comunidades locales que viven en los alrededores y de toda la región.

Foto: Blog Animales en extinción.

Los sedimentos, los humedales y el bosque

En época de creciente el agua, con sus sedimentos, entra al bosque dando forma a los humedales —zonas donde el agua es el principal factor controlador de la vida vegetal y animal—.

“Esta creciente es importante porque es una manera de abonar el bosque inundable, las tahuampas y las orillas donde después se hace agricultura”, argumentó.

Para la bióloga los humedales son vitales para la supervivencia humana. Son cunas de diversidad biológica y fuentes de agua y productividad de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir.

Existen diferentes tipos de humedales como el aguajal o tahuampa. Según la Estrategia Nacional de Humedales del Ministerio del Ambiente, el aguajal es uno de los ecosistemas más importantes de la Amazonía peruana.

Este ecosistema es el hábitat natural de muchas especies de vegetales como el aguaje, cuyo fruto es uno de los más relevantes en la alimentación de la población rural y en la economía de la selva baja.

Además, alberga especies de animales de importancia económica para las comunidades indígenas, como mamíferos, reptiles e insectos como el suri, que es tan apreciado por los habitantes de la zona por su alto contenido de grasas y proteínas.

Por ende con el dragado se estaría afectando la dinámica natural de los ríos e incluso se correría el riesgo de que las chacras y los aguajales dejen de recibir naturalmente sus nutrientes, lo que generaría una disminución en la productividad de estos espacios, que son los hábitats de importantes especies que son consumidas por los pobladores de la región.

Foto: UNNE MEDIOS, generando contenidos

Foto: UNNE MEDIOS, generando contenidos

Sedimentos y derrames de petróleo en los ríos

El Ucayali, Huallaga, Marañón y Amazonas son ríos de importantísima producción pesquera para toda la región Loreto, incluyendo las comunidades asentadas a lo largo de los ríos y ciudades como Requena, Iquitos y Nauta que dependen de los pescados que viene de esta zona.

El Marañón, por muchos años, ha sufrido los impactos de las actividades petroleras que fueron mitigadas en su momento. “Muchas veces lo que se hace es usar diferentes productos para que el crudo se precipite en el fondo del río, se deposite y se reduzca la contaminación del flujo de agua”, agregó Montoya.

Con el dragado se sacaría el crudo que luego se liberaría en la columna de agua y nuevamente se contaminaría estos lugares con el petróleo derramado tiempo atrás.

La especialista en temas medioambientales concluye que existen muchas cosas en juego y no vale la pena asumir riesgos considerables para los pobladores amazónicos, el país y el mundo.

Foto: Pinterest

Foto: Pinterest

El dragado en otros países

La naturaleza nos ha demostrado que no se puede interpretar y medir sus verdaderos impactos, por lo que la ciencia y la naturaleza avanzan a ritmos diferentes.

Por muchos años Estados Unidos y otros países de Europa han dragado sus ríos y con el pasar del tiempo han llegado a la conclusión de que fue un grave error. Actualmente, se gastan millones de dólares para regresar los ríos a su estado natural, queriendo recuperar su dinámica natural.

“Para que un río corte un meandro y forme un hábitat diferente puede tardar de 20 a 30 años”, argumentó la especialista.

Al tratar de modificar su dinámica han surgido problemas mayores de inundación y falta de riego en áreas donde antes eran productivas y ricas en nutrientes.

Fuente: Servindi

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