Por Alejandro Araujo Murakami

La vegetación de la gran Chiquitania tiene cierta relación histórica natural con el fuego. Las sabanas y campos si no se ven obstaculizados por incendios periódicos, tienden naturalmente a densificarse y transformarse en bosques, y como consecuencia pierden mucha de su vida autóctona animal y vegetal. Asimismo, si los incendios son muy frecuentes tienden a ralearse y transformarse en pastizales pobres en todo sentido. Por otro lado, el bosque seco chiquitano tiene características, tales como la dominancia de árboles de corteza gruesas (que otorgan resistencia al fuego), presencia de semillas anemócoras (aquellas que se dispersan a través del viento) y una alta capacidad de rebrote, permitiendo que este bosque goce de una alta resiliencia.

Entonces, estas características, resultan un seguro de vida para la conservación del bosque seco chiquitano, ya que, si la promovemos o por lo menos inmovilizamos estos ecosistemas, tenemos la oportunidad de que con el paso de los años estos ecosistemas se vayan recuperando de los incendios. Sin embargo, la magnitud y frecuencia de los incendios acontecidos tanto en área boscosa como no boscosa podría estar diezmando o disminuyendo las poblaciones de más de 4200 especies de plantas (Bosque seco chiquitano 2500 especies y 140 especies endémicas; campos y sabanas del Cerrado 3000 especies y 115 especies endémicas).

En los campos y sabanas, importa mucha la frecuencia y magnitud para asegurar su conservación. En cambio, en el bosque seco chiquitano hay varios elementos a analizar y el tipo de incendio es uno de ellos. En el bosque seco chiquitano, los incendios son, en su mayoría de tipo superficial o rastrero (de sotobosque), y afectan principalmente la materia orgánica presente a ras del suelo, el estrato herbáceo y el sotobosque arbustivo; el estrato arbóreo y otros elementos de dosel son resistentes a este tipo de incendios. Por otro lado, dependiendo de factores de sitio como disponibilidad de materia seca (hojarasca, gajos y tronco muertos) y la complejidad estructural del bosque, puede conducir las llamas hacia una condición de verticalidad y afectar componentes de estratos superiores convirtiéndolo en un incendio estructural que afecta severamente la estructura, la diversidad y funcionalidad del bosque. En la Chiquitania no conozco o no he visto los incendios del tipo subterráneo.

Los incendios estructurales tienen alto poder calorífico, comparables a un horno, generando un poder devastador para cualquier ecosistema, los cuales no tiene chance de ser apagados por el hombre y su tecnología, solo queda aislarlos de su entorno o hacer corta fuegos. Estos incendios estructurales, en el caso del bosque seco chiquitano se ven potencializados por la alta densidad de sus maderas, su poder calorífico y su jenecheru (capacidad de mantenerse encendido) que posee la madera de los arboles dominantes como el caricari, cuchi, curupau, jichituriqui, momoqui, morado, soto, tajibos entre otros.

Bosque Seco Chiquitano quemado. Foto: Eduardo Franco Berton

Existen tipos de plantas que queman con mucha facilidad, pero que tienen algún mecanismo bio-ecológico que les permiten reponerse al fuego, otras que son resistentes al fuego y otras que tienes elementos morfológicos que incluso el fuego no logra con facilidad la ignición en ellos.

Sin embargo, para que el fuego se desencadene en incendio forestal, deben confluir varios elementos como: a) condiciones climáticas de estrés hídrico dada por la estacionalidad de la precipitación, que cuya magnitud puede ser acentuada por eventos climáticos esporádicos o periódicos (de más de un año), que sumada a las altas temperaturas diurnas y fuertes vientos; propician natural y periódicamente una b) acumulación de combustible producto de la hojarasca, plantas herbáceas, troncos y ramas; y como factor de ignición a c) irresponsables usuarios del fuego, pirómanos y factores sociales y/o políticos.

Foto de portada: Incendios en la Chiquitania / Eduardo Franco Berton

Alejandro Araujo Murakami, es ingeniero forestal, investigador de la diversidad florística y ecología forestal en Bolivia. Con experticia en dendrología tropical, mensura forestal, ecología forestal, inventario y ecología del carbono en bosques. Trabaja principalmente en Amazonia, Chiquitania, Chaco y bosques andinos.

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