Por Alejandro Araujo Murakami*

La Chiquitania, es una región que se caracteriza por sus campos (predominio herbáceo/pastura), sabanas (mixto arbóreo-herbáceo/pastura) y bosques (predominio arbóreo) generalmente seco-deciduo a semideciduo. Además, de la vegetación acuática, saxícola y los bosques transicionales al Chaco y la Amazonia. Cada uno de estos ecosistemas tiene una flora y fauna características y que han evolucionado de manera distinta, con sus propias presiones ecológicas e históricas que le confieren capacidades diferentes. 

La vegetación sabánica y campestre tiene cierta relación con el fuego, es decir, si no se ven obstaculizadas por incendios periódicos, estas sabanas tienen una tendencia natural a densificarse y transformarse en bosques, y como consecuencia pierden mucha de su vida autóctona animal y vegetal.

Vegetación sabánica. Foto: Alejandro Araujo Murakami

El Cerrado, en sus campos y sabanas, tienen una importancia única, debido a que poseen un mosaico diverso de flora y fauna, en un hábitat caracterizado por pequeños y retorcidos árboles pirófitos (resistente al fuego debido a su corteza corchosa o suberosa), escasamente diseminados o dispersos en un suelo cubierto de pastizales cespitosos y otras plantas con rizomas, bulbos y xilopodios que almacenan agua y/o carbohidratos, permitiéndoles resistir a la quema y/o sequía temporal y rebrotar después de la primera lluvia o al inicio de la época de lluvias.

Entonces, el fuego es un factor imprescindible para los campos y sabanas del Cerrado que incluye la gran Chiquitania, en los campos y sabanas el fuego es una necesidad para mantener la dinámica del hábitat y mantener a los campos y sabanas en su estado natural y ha ocurrido en este ecosistema mucho antes de la llegada del ser humano al mismo. No obstante, no conozco que frecuencia es la ideal u óptima.

Paisaje del bosque seco chiquitano. Foto: Alejandro Araujo Murakami

Por otro lado, se considera que el fuego es un enemigo, especialmente para bosques y selvas húmedas (valga la redundancia). No obstante, el bosque seco chiquitano es un ecosistema altamente adaptable y resiliente al fuego. Incluso se ha observado que puede ser capaz de recuperar su riqueza y diversidad tras haber pasado un evento de disturbio, logrando una composición similar a la que tenía en su estado natural. Esto nos habla de un ecosistema altamente resiliente, es decir, que el bosque seco chiquitano posee la capacidad de sobreponerse tras haber sido perturbado, consiguiendo regresar a un estado, estructura, composición y funcionamiento adecuados.

Ciertas características de las especies vegetales del bosque seco chiquitano, tales como la dominancia de árboles de corteza gruesas (que otorgan resistencia al fuego), presencia de semillas anemócoras (aquellas que se dispersan a través del viento) y una alta capacidad de rebrote, permiten que este goce de una alta resiliencia. Esta última resulta un seguro de vida para la conservación del bosque seco chiquitano, ya que, si la promovemos, podremos tener la oportunidad de que con el paso de los años estos ecosistemas se vayan recuperando.

El bosque seco chiquitano tiene especies vegetales con una alta capacidad de rebrote, que permiten que este goce de una alta resiliencia. Foto: Alejandro Araujo Murakami

Sin embargo, debemos recordar que si la velocidad a la que se destruye o disturba el bosque seco chiquitano es mayor a la velocidad a la que este bosque es capaz de regenerarse o recuperarse, la resiliencia de este ecosistema podría verse vulnerada, con lo que perderemos al bosque seco chiquitano hogar del pueblo chiquitano, fuente de maderas preciosas e inumerables productos no maderbales y funciones ecosistémicas.

Por otro lado, mencionar que los bosques amazónicos de transición a la Chiquitania, y todos los bosques húmedos amazónicos, son bosques de baja resiliencia al fuego, debido a que no poseen adaptaciones morfológicas para estos eventos. Además, durante la época de estiaje o seca almacenan grandes cantidades de hojarasca que arden con mayor facilidad aumentando la combustión a nivel de sotobosque que al dañar el floema y cambium en la base de los arboles, causa la muerte inmediata cuando el daño es severo o paulatina por invasiones fúngicas en las cicatrices hasta después de 20 o más años de sucedido el evento.

Finalmente, mencionar que incendiar un bosque no solo degrada la diversidad forestal y la función ecosistémica, también elimina o mata la fauna local, contribuye al calentamiento global (emisiones de CO2), aumenta las temperaturas locales, y afecta a la salud humana por la emisión de material particulado y monóxido de carbono.

Foto de portada: Alejandro Araujo Murakami

Alejandro Araujo Murakami, es ingeniero forestal, investigador de la diversidad florística y ecología forestal en Bolivia. Con experticia en dendrología tropical, mensura forestal, ecología forestal, inventario y ecología del carbono en bosques. Trabaja principalmente en Amazonia, Chiquitania, Chaco y bosques andinos.

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