Un recorrido por distintas comunidades campesinas de Vallegrande y de indígenas guaraníes en el Chaco, que se verían afectadas por la construcción de la represa Rositas, muestra cómo mantienen su resistencia a la inundación de sus territorios, el que manejan en base a usos y costumbres, y bajo una visión sostenible que consideran incompatible con la hidroeléctrica.

Por Mauricio Vera Sansute

Los últimos cuatro años, las comunidades campesinas de Vallegrande y de indígenas guaraníes en el Chaco, han cuestionado los efectos culturales, ambientales y económicos que dejaría el megaproyecto hidroeléctrico Rositas, que inundaría un área de 45.000 hectáreas de áreas protegidas y un territorio altamente productivo en los municipios de Vallegrande, Cabezas y Gutiérrez, con la finalidad de producir al menos 400 megavatios de energía para la exportación.

Con esta resistencia, las comunidades han conseguido paralizar la ejecución de esta obra y expulsar a la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) por haber vulnerado la consulta en el territorio de acuerdo con sus normas establecidas. Aunque, el temor y rechazo por la reactivación del proyecto se mantienen, tal como se vio durante el gobierno transitorio de Jeanine Añez, cuando la ministra de Medio Ambiente y Agua, María Elva Pinckert, fue fuertemente cuestionada al intentar promover la hidroeléctrica juntamente con personeros de la gobernación de Santa Cruz.

Guaraníes conforman gobierno indígena y discuten la defensa de su territorio

“Con el estatuto Kereimba Iyambae (Guerreros sin Dueños) nos sentimos más seguros, todo esto no solamente va a defender una comunidad si no que vamos a defender a las 22 comunidades. Se va a profundizar el debate no solamente en el caso Rositas, sino que hay muchos problemas también, hay atropellos en las zonas a los hermanos de las otras comunidades”, le comenta a la RAI Benito Changaray, quien es el Mburuvicha (Capitán) de la comunidad de Tatarenda, en el municipio de Gutiérrez.

Changaray nos indicó que, en los entonces debates para la elección de las autoridades departamentales, los candidatos hablaron del proyecto Rositas, por lo que los indígenas tuvieron una reunión de coordinación y están atentos a cualquier comunicado o noticia sobre el tema.

“Antes, las empresas hacían sus proyectos con unos cuantos, ahora no, todos tenemos que enterarnos y toda empresa que quiera pasar debe adecuarse a nuestro estatuto Kereimba Iyambae”, dice Changaray.

Benito Changaray Mburuvicha de la comunidad de Tatarenda. Foto: Mauricio Vera

Para Lourdes Tiguayo, representante por la región del Chaco en la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (CONTIOCAP), el proceso de reglamentación del Estatuto será clave.

‘’El estatuto, lamentablemente tiene mucho centralismo y no hay mucha defensa…para nuestro territorio, habla que sí, se va a consultar y, sobre la indemnización, pero no hay una fijeza de autogobierno donde se diga no, nosotros somos autogobierno y el tema de los recursos lo vamos a trabajar y nosotros lo vamos a decidir cómo hacerlo”, indica Tiguayo, quien también es asambleísta por Tatarenda en el Ñembotiguasu (Gran Asamblea) instancia máxima del estatuto Kereimba Iyambae.

La Asambleísta, cree que aún no pueden considerarse autónomos del todo, si todavía hay centralismo. ‘’Si bien es cierto que, necesitamos el desarrollo, tenemos que trabajar en la Ñembotiguasu y las autoridades zonales en el tema de proyectos de desarrollo en el territorio sin afectar el tema de los recursos naturales’’.

Un territorio vivo que se resiste a ser inundado

De acuerdo con el investigador en la cosmovisión guaraní, José Ledesma, los guaraníes entienden la relación que existe entre la persona, lo colectivo, comunitario y lo social, desde una mediación muy espiritual. 

‘’La persona guaraní, no entiende al territorio como un espacio muerto, sino como un espacio biológico, que en realidad tiene una serie de estructuras de entender el entorno. De alguna u otra manera, existe un criterio de que el territorio se divide en espacios conceptualmente, Tenta (iwi=tierra o mundo) pero desde el hecho de que no tiene límites territoriales”, nos explica Ledesma.

‘’Cada parte del territorio (iwi) tiene una deidad territorial que es el Iya, que generalmente es hembra (La Iya), es más que todo como un espíritu que cuida la naturaleza y los animales, en el caso guaraní es también el lugar donde viven las almas; por lo tanto, el territorio es también denominado un espacio sagrado”, indica el investigador.

La esencia de este sistema de gestión territorial guaraní, lo percibimos en nuestra visita a la comunidad de Tatarenda, en donde un chaco comunitario es el lugar en donde la comunidad en su conjunto siembra, mantiene y cosecha sus productos agrícolas, en donde los que trabajaron durante el proceso, tienen derecho a gozar de sus beneficios. Allí conversamos con Doña Lucrecia Farel, quien lamenta la situación de Tatarenda cuando escucha a los políticos referirse al proyecto Rositas, sin conocer su territorio y lo que éste representa para ellos.

Lucrecia Farel, de la comunidad Tatarenda Foto: Mauricio Vera

“En el chaco comunal producimos maíz, frejol, yuca, joco, zapallo, con lo que nosotros nos alimentamos día a día, aquí trabajamos en conjunto, donde nos ayudamos entre todos. Estamos cerca del río, el chaco es un lugar muy importante para nosotros, porque gracias a él, sobrevivimos y salimos adelante’’, nos expresó Farel. A tiempo de añadir que Tatarenda sería uno de los primeros espacios a ser inundados por la represa, a causa de encontrarse a orillas del río Grande.

‘’Ese proyecto Rositas, nos afectará mucho, no solo el chaco comunal, sino también, nuestros ojos de agua. Desde un comienzo, nosotros no estuvimos de acuerdo con ese proyecto’’.

Continuando nuestro recorrido, llegamos a las orillas de río Grande, donde nos encontramos con Daniel Taborga y otros jóvenes comunarios, que se encontraban pescando, quienes nos comentaron sobre la importancia del río y el territorio como fuente de vida y subsistencia.

Daniel Taborga en Tatarenda. Foto: Mauricio Vera

“Como jóvenes, nosotros nos mantenemos firmes, sabemos que hasta el gobierno transitorio ha querido realizar este proyecto, y ahora, éste (actual) gobierno quiere realizarlo, no pues, esta es nuestra vida y nuestra cultura, esto es lo que vivimos nosotros día a día, por lo que han luchado nuestros padres, para dejarnos una vida tranquila”, le dice Taborga a la RAI.

Para este joven guaraní, el río es esencial, ya que la pesca es una forma de vida para los comunarios. Pero también, el chaco comunitario. ‘’Aquí cerca está nuestro chaco comunal que nuestros padres, nuestros ancestros, nos han dejado, y aún seguimos trabajándolos nosotros y después vendrán nuestros hijos para seguir trabajándolo”.

Taborga finaliza: “Inundar la zona nos costaría la vida, aquí hemos nacido, aquí vivimos y de aquí no nos vamos a mover. Gracias a nuestro chaco comunal y nuestro río, sobrevive el origen de nuestra cultura”.

Chaco comunal en Tatarenda. Foto: Mauricio Vera

Las fuentes de agua que desaparecerían

Siguiendo con nuestro recorrido, llegamos hasta la zona denominada ‘’El Tumbo’’, un espacio húmedo con formaciones rocosas de donde brota agua dulce y cristalina que alimenta el chaco comunal y a las viviendas de Tatarenda y otras comunidades vecinas.

“En tiempos de sequía, muchos hermanos comunarios se proveen de esta agua, como les digo esta es una TCO (Tierra Comunitaria de Origen), entonces usted sabe que el agua no se negocia, no se vende, y todos los hermanos de las demás comunidades vienen y llevan en cisterna para sus comunidades’’, explica Benito Changaray.

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El Tumbo. Foto: Mauricio Vera

A Changaray y los miembros de las comunidades les preocupa que, con Rositas, ‘’El Tumbo’’ quedará inundado, además de otras 11 vertientes naturales que proveen de agua a Tatarenda.

El pueblo indígena guaraní desde tiempos ancestrales ha trasferido sus conocimientos mediante la palabra de los Arakuaiya (abuelos sabios), en Tatarenda, Doña Telma Tiguayo conoce la historia de la comunidad, y cuando le consultamos sobre si aceptaría la oferta para desalojar su comunidad su respuesta fue la siguiente: “No queremos ninguna oferta, nosotros estamos tranquilos en nuestras comunidades, porque tenemos nuestra agua. Si no hay agua, no hay vida”.

Telma Tihuago en una manifestación de las comunidades afectadas por Rositas. Foto: Mauricio Vera

A Pedro Andrés Mayerawua, quien es responsable de recursos naturales de la zona Kaaguasu, le ronda la siguiente pregunta en su cabeza: “¿Qué pasaría con estas comunidades que viven a la orilla de este río (Grande) y que se sustentan de la caza y pesca especialmente?’’.

A la cual, encuentra su respuesta en la misma cultura guaraní: ‘’En la cosmovisión guaraní se habla mucho del Iya que es el dueño de los recursos naturales, donde cada persona pide permiso y agradece para poder cazar. Sin los recursos naturales no podemos vivir y los recursos naturales sin nosotros, tampoco’’.

Mayerawua se muestra optimista respecto al Estatuto Indígena Kereimba Iyambae. ‘’Ahora con más fuerza como instrumento político orgánico que tenemos siempre vamos a salir a defender nuestros recursos naturales.”

Los impactos ambientales

El embalse de Rositas, también dejaría bajo el agua al área núcleo 1, además de una parte del área núcleo 2, del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Río Grande Valles Cruceños, un área protegida departamental con un gran potencial de biodiversidad.  

Según nos comenta el biólogo Damián Rumiz, investigador del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, “por la experiencia de otras represas y algunas estimaciones locales, la carga de sedimentos del río Grande, con el aumento de deforestación y fuegos aguas arriba, colmataría rápidamente el reservorio reduciendo su vida útil (generalmente proyectada de manera muy optimista).’’

ANMI Río Grande Valles Cruceños. Foto: Mauricio Vera

Rumiz, también explica que la represa se convertiría en una barrera para la migración de peces, ya que, según él, las ‘escaleras’ y otras soluciones no funcionan bien en otros países; la pesca deportiva, artesanal y de subsistencia desaparecería en unos años, aguas arriba y, debajo de la presa.

‘’La fauna de peces es típicamente amazónica, con especies grandes (surubíes, dorados, sábalos) que realizan migraciones reproductivas entre la cuenca media y alta del Río Grande, y bagres pequeños de arroyos en la cuenca alta que pueden ser endémicos de algunas subcuencas”, explica el investigador.

Además de ello, el biólogo indica que la materia orgánica de la vegetación sumergida y otra acarreada por la corriente acumulada en el reservorio consumiría el oxígeno disuelto del agua y daría origen a un proceso anaeróbico que libera metano, un gas de efecto invernadero mucho mayor que el dióxido de carbono. ‘’La fauna acuática sobreviviente sería totalmente distinta a la original del río”, añade.

De acuerdo con Maria Teresa Vargas, directora de la Fundación Natura Bolivia, esta área es la única fuente de agua para siete municipios, siendo fundamental, tanto para sus usos en la producción, como también, en los usos domésticos.

‘’Creo que, si las comunidades se movilizan, además de los gobiernos locales y piensan bien qué tipo de desarrollo quieren, que tipo de producción quieren, en conjunto, creo que podríamos idear mejores proyectos de desarrollo para la gente local”, explica la directora de Natura.

Vargas, quien conoce muy bien esta zona, le preocupa que luego de la vida útil de las represas, que es entre 30 a 50 años, éstas dejan una zona inerte, sin posibilidad de que el ecosistema vuelva a regenerarse a consecuencia de la biomasa que se forma en los subsuelos, luego de la inundación.

Zona productiva de Vallegrande bajo agua

José Luis Sandoval, quien es miembro del Comité de Defensa de las Comunidades Afectadas por Rositas, lamenta que la represa pueda afectar la vida y producción de 500 familias que trabajan día a día por la soberanía alimentaria de Bolivia.

En esta región, con condiciones favorables para la agricultura, Sandoval nos explica que las comunidades han aprendido a trabajar de manera sostenible para no afectar al ANMI Río Grande Valles Cruceños. “Vallegrande, es una provincia generadora de productos agropecuarios y la tierra, es la base fundamental para la vida de las familias campesinas que, de darse el desplazamiento involuntario de las comunidades, también se daría la desintegración familiar, por que estarían obligados a migrar o a resistir arraigados a sus tierras sin importar sus propias vidas’’, comenta.

Sandoval indica que la visión de desarrollo en este territorio es respetar las reglas de la naturaleza y convivir amigablemente con el medio ambiente.

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Las comunidades rechazan la construcción de Rositas: Foto: Mauricio Vera

Una muestra de esto, son los comunarios de Vado de Yeso, quienes conscientes del riesgo permanente de Rositas, aprovechan las distintas oportunidades que tienen para promover sus mensajes para la defensa de su territorio, haciendo carteles de rechazo a la represa y mostrando sus iniciativas de desarrollo.

“La manera de hacer resistencia es trabajando nuestras tierras y mejorando las condiciones para la educación y salud de nuestros hijos”, nos dice Ademar Flores, agricultor de esta comunidad.

A Doña Dolores Navarro, quien es fundadora de Vado de Yeso y referente de lucha por la defensa de su territorio, se le nublan los ojos al comentarnos sobre el posible embalse que dejaría bajo 100 metros de agua a su comunidad. “De 20 años vine, nunca ha faltado el agua aquí. Un tiempo no podía ni dormir, ni comer con el pensamiento de la represa, no queremos que se haga, y tampoco queremos salir de aquí”, enfatizó.

Doña Dolores Navarro, fundadora de la comunidad “Vado de Yeso”. Foto: Mauricio Vera

Otro agricultor, Marcelino Carrasco, nos comenta orgulloso como siembra y cosecha en distintas temporadas la papa, cebolla, repollo, lechuga, zanahoria, maíz, caña de azúcar y arroz, pero también cítricos, como la naranja y mandarina. ‘’Lo que usted siembre, da’’, sostienen el agricultor.

‘’Si se llegara a construir esa represa que nos comenta el gobierno, va a desaparecer todo los puentes y la inversión en las comunidades, todas las escuelas, las casas, también hay inversión privada”, se lamenta Telesforo Guzmán, otro agricultor de la comunidad Lajas Toco.

Foto de portada: comunidades de Vallegrande se manifiestan en rechazo a Rositas. Créditos: Mauricio Vera

Mauricio Vera es comunicador social y gestor cultural, viene apoyando la articulación para la visibilización de los conflictos extractivos en la región del Gran Chaco Boliviano y de los Valles Cruceños. Ha apoyado a visibilizar las afectaciones socioculturales, económicas y ambientales, mediante instituciones, colectivos y comités de defensas de comunidades campesinas e indígenas afectados. Asimismo, independientemente, a través de la fotografía, las Redes Sociales y el ‘’ArtiVismo’’ (Arte y Activismo), ayuda al fortalecimiento de la defensa de los territorios indígenas.

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